jueves, 18 de enero de 2018

Las carrozas del siglo XVII

La condesa d'Aulnoy  narra lo siguiente:
"Al  salir de aquella casa vimos  llegar dos carrozas,   tiradas  cada una por seis mulas,   que  se acercaban al galope más  rápidamente que briosos caballos. Sin verlo, nunca hubiera creído que las mulas  corrieran tanto, y después de haberlas visto, no me  sorprendió poco ver de que modo venían los tiros. Entre las dos carrozas y las doce mulas ocupaban, por lo menos, un cuarto de legua en el camino. Una de  las carrozas tenía seis cristales grandes y estaba construida como las francesas, excepto la imperial, que resultaba muy baja y, por consecuencia, incómoda. En el  interior había una cornisa de madera dorada tan grande como la de un aposento,  y todo lo exterior estaba dorado, lo cual sólo se permite a los embajadores y a los extranjeros. Las cortinas son de damasco, y el cochero, montado sobre una mula delantera, deja vacío el lugar que le corresponde en el pescante. Pregunté a don Federico de Cardona la razón de tal extrañeza, y me respondió que se había generalizado esta costumbre desde un día en que el cochero del Conde-Duque de Olivares oyó una confidencia secreta que hacía su señor a un amigo, y por haberla revelado motivó un asunto ruidoso, pues hasta descubrirse la verdad, el Conde-Duque culpaba de infiel a su amigo, y después de averiguado, se convino en ordenar como precaución que los cocheros montaran en la primera mula. Los tiros  son de  seda o de cuerda, tan sumamente  largos que las mulas distan entre sí más de tres varas. No comprendo como en tal disposición pueden correr tanto;   bien es verdad que, si en campo abierto galopan, en las calles andan muy despacio, y es la cosa más aburrida del mundo ir así en coche con el pausado andar de las bestias. Mi prima ocupaba la primera carroza con tres damas españolas. Los escuderos y los pajes iban en la otra,   que no reunía las mismas  condiciones. 
Las portezuelas eran como las nuestras antiguas, de las que se abren hacia abajo, de modo que cuando las damas quieren apearse sin enseñar el pie, se bajan las portezuelas hasta el suelo. Reciben luz interior a través de vidrios como dos veces la palma de la mano; la imperial de la carroza se cubre con barragán gris, con grandes cortinas de  la misma tela pendientes al exterior, y sujetas abajo con grandes botones. Todo contribuye a formar un desastroso conjunto,   y se va en tales vehículos encerrado como en un baúl."

(Carlos Fisas)

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