martes, 9 de enero de 2018

Calle de Amaniel - Madrid

Tradición.—Dice el Sr. Capmani, en su libro sobre el origen histórico de las calles de Madrid: «D. Lope de Amaniel era ballestero del rey D. Enrique II. Aquellos términos estaban poblados de encinas y el bosque allí existente tenía abundante caza mayor. Nada más vistoso que ver salir al Rey á la cacería acompañado de los ricos homes y de los hidalgos, con todo el aparato campestre á la usanza de entonces. Amaniel, como guarda mayor, siempre esperaba al Rey en su tienda, y en sus reales manos ponía el arco y las flechas; él con su bocina acosaba los lobos, corzos, gamos, jabalíes y venados, a quienes perseguían hermosas parejas de perros; y los vecinos de Valnigral (Abroñigal) y de Villanueva de Jarama, con los de Fuen-carral, acudían a servir al Monarca, y todo era regocijo, gasto y obsequio, volviendo á nuestra Villa cargado de presas y de montería, colocando las cabezas de las reses en los portales dejas casas, como lo hacían los Cárdenas y los Collazas. Retirábanse todos, y Amaniel quedaba custodiando el bosque, siempre ganancioso en el reparto. Era hombre de valor, y jamás temió el encuentro de las fieras; con su enorme pica se defendía de la acometida de los osos que abundaban en aquellos contornos, y trepando por los árboles se libraba de los colmillos de los jabalíes: su presencia ofrecía seguridad á los cazadores, y sus gajes eran muchos. Aquel bosque todos le conocían por el de Amaniel, y así ha venido tomando su nombre el campo y la calle que se formó en tiempo de Felipe IV. El bosque cedió a la construcción, al cultivo y al corte de leñas, y la caza mayor se agotó, refugiándose en parajes más apartados y fragosos.»
La minuciosidad que se advierte en este párrafo, haría quizás suponer que el autor había sido testigo presencial de aquellas monterías, si no supiésemos que vivió siglos después; de modo que no tenemos otro remedio sino creer que escribía en presencia de documentos que él solo vio, y que permanecen desconocidos para el mundo entero. Triste cosa es que en su ameno libro haya callado las fuentes de conocimiento, que suponemos de buena fe hubo consultado.

(Carlos Cambronero)

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