lunes, 16 de octubre de 2017

Alfonso el Batallador y la derrota de Fraga

Alfonso I fue un rey inquieto y decidido, siempre moviéndose de un lado a otro en lucha con los musulmanes o poniendo orden en los territorios recién conquistados.
El principio del fin de Alfonso I fue la batalla de Fraga que acabó con las esperanzas de recuperar la ciudad de Lérida para Aragón, uno de los sueños del monarca junto con la conquista de Tortosa (Tarragona). Plazas, por cierto, que aún tardarían en pasar al patrimonio cristiano por un acuerdo entre el conde de Barcelona y el emir musulmán por el que éste se comprometía a pagar doce mil dinares anuales a cambio de la paz, contrato que levantó las iras de Alfonso I como era lógico. El caso es que la batalla de Fraga (1134) fue una escabechina para las tropas aragonesas en la que murieron la mayoría de los caballeros hispanos. Una lluvia de piedras, dardos, lanzas y saetas acabaron con la vida de condes, obispos, abades y soldados.
Alfonso I siempre encabezaba sus mesnadas, iba en la vanguardia de sus ejércitos presumiendo de valor y coraje acompañado de sesenta caballeros que formaban su escolta personal cuando salía de campaña o iba de viaje. Se cuenta como anécdota que poco antes del inicio de las hostilidades, se presentó en el campamento cristiano un monje francés asegurando al rey que con los poderes de Diós y sus plegarias vencerían a los musulmanes. El religioso subió a una colina cercana a las murallas de Fraga para rezar y al poco tiempo recibió una enorme pedrada, procedente de un almajaneque -máquina de guerra árabe- que le arrancó medio cuerpo. Aquello fue una premonición de lo que le esperaba al ejército cristiano.
En el combate se perdieron muchas vidas y muchos objetos de gran valor testimonial como un arca de oro con el Lignum Crucis que Alfonso I le gustaba tener en la tienda de campaña, traído expresamente del monasterio de Sahagún (León).

(Javier Leralta)


No hay comentarios: