sábado, 16 de septiembre de 2017

Sancho IV de Navarra - Un rey gigante

El retrato personal que nos ha llegado de Sancho IV a través de crónicas contrastadas y estudios forenses es el de un rey gigante, de una envergadura fuera de lo común con sus 2,20 metros de altura aproximadamente. La tradición quiso bautizarle en su momento con el sobrenombre de Fuerte por su gran corpulencia y medidas excesivas para su tiempo y es aquí donde encontramos la primera referencia histórica, el de la tradición, normalmente próxima a un hecho cierto. Uno de los estudios más completos sobre su físico lo hizo el médico forense Luis del Campo Jesús a partir de otra investigación del siglo XVII realizada por el superior de la colegiata de Roncesvalles, el canónigo Huarte, que aprovechó el traslado del cuerpo del monarca a un nuevo emplazamiento dentro del mismo recinto para hacer recuento de los restos. Aquella traslación se hizo el 28 de noviembre de 1622 y este fue el relato ofrecido por el doctor Huarte: "Hallaron algunos huesos del rey, como fueron un pedazo del casco, unas costillas casi consumidas, y de la misma suerte las espinillas; los que estaban menos consumidos fueron los dos huesos de las rodillas hasta la cía (hueso de la cadera), estaban fuertes; era cada uno tres xemes y dos dedos de largo y cada xeme era de largo del un cabo desta planta hasta el otro justamente, según esta línea". El canónigo se refiere a los fémures, los huesos que unen las rodillas con las caderas.
Con estos datos el forense Luis del Campo propuso en su estudio osteométrico una longitud de algo más de 62 centímetros para el hueso de la pierna. Como existe una relación directa entre la altura de una persona y la longitud del fémur como demuestran diferentes estudios y mediciones científicas, el doctor Del Campo llega a la conclusión de que Sancho IV pudo medir 2,22 metros de altura, cifras que coinciden con las dimensiones de la estatua yacente de la losa que cierra su sepulcro y que tradicionalmente se ha considerado de tamaño real aunque en aquellos tiempos no era común cincelar a tamaño natural el cuerpo de los reyes en sus sepulturas. Finalmente nos hacemos eco de un comentario hecho por Jaime I en su Crónica durante la entrevista que mantuvo con el rey de Navarra en 1231: "nos abrazamos mutuamente y vimos que era de tan aventajada estatura como nos". Recordemos que Jaime I superaba los dos metros de altura. Con tamaña envergadura no resulta extraño que su espada midiera casi 1,30 centímetros.

(Javier Leralta)

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