lunes, 18 de septiembre de 2017

Home dels Nassos

El hombre de las narices (en catalán, home dels nassos) es un personaje mitológico cuya tradición se mantiene en Cataluña, así como también en otros lugares de España como La Rioja, Teruel, Navarra, Álava, Burgos, etc..., y que tiene tantas narices (en otros lugares también ojos u orejas el día anterior al 31 de diciembre) como los días que quedan del año (es decir, cada día que pasa pierde una nariz). Sólo se le puede ver a fin de año, el día 31 de diciembre.
Según el folclorista Joan Amades, el hombre de las narices parece ser una degeneración de un personaje mítico que simbolizaba el transcurso del año. El personaje habitaría en la base de un árbol -el árbol de las narices, en catalán, l'arbre dels nassos- que según Amades sería el origen de este mito. El hombre de las narices se reviste de hojas de doce árboles diferentes, de cuatro colores. Este personaje está, a juicio de Amades, podría estar inspirado el Jano, dios romano de las dos cara.
Tradicionalmente, los adultos suelen explicar a los niños que el último día del año sale el hombre de las narices y ellos suelen imaginar un personaje estrafalario con 365 narices en la cara, sin pensar que el 31 de diciembre ya sólo le queda una. Para completar la broma, se solía decir que recién se le había visto pasar por alguna calle cercana, con la intención de que corriesen a ver si podían encontrarlo. También había quien decía verlo reflejado en las canaletas del agua y así se lo indicaban a los pequeños. Actualmente, en algunas ciudades o pueblos se organiza un pasacalle con un cabezudo representando al hombre de las narices.
En los pueblos más pequeños, se decía que aparecía en la iglesia para beberse la pila de agua bendita.

Cataluña
En Barcelona era tradición encontrarlo a las doce en punto del 31 de diciembre en la plaza del Palau, delante de la Llotja, sobre una tarima para que todos pudiesen verlo cubrirse con unas cuantas docenas de sábanas las 365 narices que se suponía que tiene por todo el cuerpo, ya que no le caben en la cara.
También era tradicional en Tarragona.

(Wikipedia)

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