lunes, 5 de diciembre de 2016

Hayedo del monte de Peloño - Asturias

El hayedo del monte de Peloño, blasón de los hayedos asturianos con más de 200.000 ejemplares, es una reserva forestal de alto interés como corredor biológico entre los hayedos vecinos de Caso y Sajambre para favorecer la expansión de especies amenazadas y fundamentales en la fauna cantábrica —como el oso pardo, el urogallo y el pico mediano—, que lentamente van superando los obstáculos para su conservación aumentando el número de ejemplares en algunos bosques de la cordillera. El espacio medioambiental se encuentra protegido como reserva natural parcial y está considerado el hayedo mejor conservado de la península Ibérica. En su interior crecen ejemplares de haya en diferentes etapas de desarrollo y madurez, a pesar de que en los últimos años ha sufrido una importante tala de árboles viejos y añosos, muy necesarios para el equilibrio biológico del bosque pero también muy apetecibles para los habitantes de la zona por la enorme cantidad de madera que aportan.
Árboles impregnados de musgo y humedad. Aire denso y niebla en las cumbres, mucha niebla y cielos grises. Colores escondidos por los rincones. Vibraciones tenebrosas y contraluces deslumbrantes. Sonidos sigilosos. Hojarasca dorada devoradora de pies y pisadas. Santuario vegetal. Para definir los momentos y las sensaciones que se viven en el interior del hayedo de Peloño hay que rebuscar en todos los diccionarios y, aun así, no se encuentran las palabras adecuadas que transmitan, en toda su amplitud, el misterioso e indefinible espíritu de los seres vegetales que habitan entre las cumbres calizas del Cordal de Ponga y el tremendo hundimiento del desfiladero de los Beyos. De cualquier manera y en cualquier época del año un hayedo es una algarabía de formas vegetales, colores y sensaciones naturales. Los reflejos verdes luminosos que desprenden las hojas tiernas y jugosas del haya durante la primavera y el verano, cuando el bosque es más cerrado y tupido, en otoño, mientras las mismas hojas pierden la vida, se convierten en una resplandeciente pátina dorada que ilumina los rincones más oscuros y tenebrosos de las montañas.

(Juan José Alonso)

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