jueves, 24 de noviembre de 2016

Dehesas de Valdecaballeros - Badajoz

Viajar por la mítica siberia extremeña, como se conoce a esta región desde principios de siglo, es una grata sorpresa para quien espera encontrar lo que el contundente apelativo define: aislamiento, desolación, vida nula y escasa vegetación. Recorrer las orillas del embalse de García Sola, enmarcado dentro de la popular comarca pacense, es todo lo contrario. Desde luego es un decorado artificial, como son todos los embalses, pero en este caso ha contribuido de manera contundente en la conformación de la fisonomía de un paisaje y un territorio que, hasta su aparición y la de las vías de comunicación de sus infraestructuras, se encontraba despoblado y alejado de los núcleos de población importantes. Con la construcción de los embalses sobre el cauce del Guadiana estaba incluida, en el mismo paquete del proyecto, la oferta de repoblar de pinos y eucaliptos una franja de terreno alrededor del embalse, una „ costumbre que se repite en otras construcciones de este tipo. Realmente parece una manera de ocultar entre la agradable visión de la masa forestal el atentado ecológico que supone la inundación de los valles por el agua del embalse. No obstante, es una sorpresa agradable hallar en un lugar como la siberia extremeña, que todavía se encuentra al margen de las principales rutas turísticas, paisajes atractivos y sugerentes donde los árboles son parte fundamental del medio ambiente; las orillas del embalse de García Sola, unas veces agrestes y rocosas y otras adehesadas y amables, ofrecen estampas encantadoras en su largo y sinuoso recorrido. En las inmediaciones del muro de la presa, y en el tramo de carretera hasta Valdecaballeros, se encuentran los grandes acantilados del relieve, las enormes paredes de granito musgoso donde se refugian y anidan los buitres que merodean sin cesar sobre las aguas del lago artificial y sus siempre verdes masas forestales; y entre la superficie del agua y las infinitas extensiones de monte adehesado la frondosa línea de eucaliptos de troncos blanquecinos y enormes melenas crea un atractivo ambiente vegetal, afeado sin duda por las marcas del nivel del agua del pantano en temporada de sequía. La segunda parte de esta emboscada por las orillas del García Sola discurre en la cola del embalse por la pista de tierra que comienza en la carretera de Herrera del Duque a Castilblanco, a la altura del puente del pantano. El camino es pedregoso aunque de firme duro y transitable para todo tipo de vehículos.
La pista termina a la altura de la presa de Cíjara, pero realmente no hay que hacer muchos kilómetros para conocer el auténtico encanto de las dehesas de la famosa comarca extremeña. Todos los relieves y las colinas que se ven entre la orilla del agua y el último horizonte son encinares adehesados sobre terrenos pizarrosos para uso ganadero, con presencia notable de ciervos y corzos. En la parte final, pasado el castillo de Cíjara, a unos diez kilómetros del comienzo de la pista se encuentran las mejores muestras y los contrastes más destacados de los encinares en raña, o adehesados, con los montes de bosque mediterráneo, con predominio de alcornoques y matorrales de jaras, labiérnagos y madroños.

(Juan José Alonso)

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