miércoles, 22 de abril de 2015

El tío Martín de Casariche

El tío Martín se llamaba Francisco Fernández Baena y era natural del pueblo malagueño de Mollina. Llegó a Casariche y compró una huerta un poco más arriba de La Fuente Arriba, entre el río Yeguas y el ferrocarril. En el sótano de la casa de esa huerta escondía a los muchos secuestrados que los bandoleros de la zona le llevaban y ejecutaba a los que no pagaban su rescate.
Todo se descubrió gracias a la sagacidad del Gobernador Civil de Córdoba D. Julián de Zugasti. A este hombre se le ocurrió la idea de dispersar a todos sus agentes por la vasta extensión de Andalucía. Iban todos disfrazados de mendigos y debían demandar limosna canturreando, y en sus coplas debían siempre intercalar el nombre del lugar donde se encontraban.
El que hacía el recorrido por la zona de la Huerta del Tío Martín canturreaba lo siguiente: “–¡Gracias a Dios! Vengo de La Alameda y voy para Casariche y hasta ahora no he encontrado un alma caritativa que me socorra”. Días después, un secuestrado fue rescatado y cuando refería su cautividad al Gobernador de Córdoba, éste le preguntó:— Pero ¿usted no oyó desde su calabozo nada absolutamente, un grito, una voz, un cantar, que le diera algún indicio?— ¡Ah, sí! Una copla de ciego, unas palabras de gracia.
Y las repitió puntualmente. Zugasti hizo llamar a aquel de sus agentes a quien había correspondido el itinerario entre La Alameda y Casariche. Y así pudo llegarse al descubrimiento de aquel siniestro nido de secuestradores: la Huerta del Tío Martín de Casariche.
En el sótano estaba enterrado, entre otros, el desdichado Francisco Agapito Delgado Giménez, secuestrado en su finca de La Alameda, en donde se encuentra la cruz de piedra que reproducimos en este artículo y en la que se pueden leer las fechas de su secuestro y el hallazgo de su cuerpo allá por el año 1870. 
(Teselas de ventippo)

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