lunes, 12 de enero de 2015

Las fuentes de Agua Gorda

Decía Baroja que los madrileños siempre habían sido buenos catadores y bebedores de agua. Todavía a fines del XIX, ya bien avanzada la era del Lozoya, los había que preferían agua de las fuentes que, en las barriadas, manaban la llamada «agua gorda». Eran fuentes naturales que afloraban en el casco urbano (hasta 17 anota el cronista de Felipe IV, González Dávila, en 1682). Había algunas importantes e históricas, como la Castellana, Leganitos, la Priora, Caños Viejos. Caños del Peral.
Después hubo otras fuentes de agua, más o menos «gorda», alimentadas por «viajes de agua», captaciones de manantiales por minas ahondadas en términos de Fuencarral y a varios kilómetros de Chamartín de la Rosa. Los «viajes» entraban en la Villa por el Norte y llegaban al «techo de Madrid» (Cuatro Caminos) para bifurcarse en dos canales a la altura de la Glorieta de la Iglesia. Uno iba por la calle Fuencarral hacia la Puerta del Sol y otro hacia San Bernardo y la zona occidental del casco histórico.
Estas aguas alimentaban las fuentes inmortalizadas por Galdós: los Delfines, Pontejos, Cabestreros, las Descalzas, el Rastro, la Fuentecilla, hasta 77, de las que abastecían a Madrid más de 900 aguadores de cuba y pelliza, que llevaban agua a domicilio a precios convencionales.

 

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