jueves, 26 de junio de 2014

La Granja de la Duquesa - Legazpi

El Paseo del Molino debe su nombre al último de los que fueron instalados al construirse el fallido Canal. Conduce al lugar llamado LA CHINA por el edificio inmediato que se dedicó para almacén de la porcelana que se fabricaba en el Retiro y que después fue fábrica de pólvora. Al comienzo del paseo se encuentra la antigua posesión denominada Casa-Puerta. Sólo queda la tapia que limita su gran extensión y, en el fondo, la pequeña fuente de esta egregia quinta: primitivamente, propiedad regia, pasó después a ser del duque de Sesto, y de los marqueses de Balsares y de Leganés. Los techos del palacete fueron pintados por Claudio Coello, Carreño y Lucas Jordán.
En tal sitio tampoco iba a faltar la leyenda que va dar una nueva denominación al lugar: "La Granja de la Duquesa": Transcurre el suceso a mediados di reinado de Carlos IV. El duque de Alora mantiene relaciones amorosas con una comedianta muy en boga entonces, siendo el nido de sus devaneos el sitio que me estoy refiriendo. El duque tuvo que acceder á casarse por conveniencia con una prima suya, la cual estaba perdidamente enamorada del galán aún conociendo, como todo Madrid, el trapicheo con la actriz.
La que iba a ser duquesa, dos días antes de la boda, reunió en la capilla del palacio de sus padres, a su confesor y al novio, a quien hizo jurar sobre los Evangelios que rompería para siempre con su amante. El duque, cogido por sorpresa o poco escrupuloso, realizo la sacra promesa y se verificó la boda, y antes de cumplirse el mes, la duquesita supo que los amantes continuaban reuniéndose en la casa del Río. Una noche entró, escondiéndose en el jardín. Cuando vio luz en las ventanas del cuarto donde ellos se refocilaban, se colocó junto al hondo estanque y desde allí les llamó la atención con grandes voces; ellos abrieron los cristales y entonces la duquesita, erguida, arrogante se dirigió a su marido, gritándole: - ¡Por tu culpa! -y se arrojó al agua.
El terror de los amantes hizo que tardaran en socorrerla; cuando acudieron con luces y criados, se habían ahogado. Sobre el macizo de ladrillo que formaba el borde del estanque encontraron un abrigo y un chapín de raso. Luego, la encumbrada familia echó tierra al asunto... ¡cómo siempre!

(Leyendas y anécdotas del viejo Madrid – Francisco Azorín)

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