lunes, 23 de septiembre de 2013

La osa de Andara

La Osa de Andara en la mitología cántabra es un ser que habita los picos de Europa, en la región de Andara.
Es una mujer-osa, que desaparece con la llegada de las nieves, pero vuelve a aparecer con el buen tiempo para reanudar sus fechorías. Tiene la cara de mujer madura sin serlo y algo desdibujadas las facciones, cuando se enfada bizquea; tiene unas manos enormes de color oscuro, es brava y forzuda, pero rara vez demuestra su agresividad. Su cuerpo está cubierto por un traje viejo y vulgar, los cabellos son largos y de color oscuro, sus brazos y piernas están cubiertos del mismo pelo que tienen los osos.
Se alimenta normalmente de leche, castañas, raíces, maíz crudo y bayas de ciertos árboles y, a veces, de algún cabritillo.

lunes, 16 de septiembre de 2013

El Rey Rodrigo y la pérdida de España

Treinta candados correspondientes a treinta monarcas sucesivos habían puesto los reyes godos al palacio del tesoro de Toledo — erigido por el propio Hércules en persona — cuando subió al trono don Rodrigo.
Tal y como ordenaba la tradición, para prevenir cualquier posible desgracia, la ciudad esperaba que cumpliese la ley y se limitase a añadir un nuevo candado. Sin embargo, el rey se negó a respetarla y, embriagado de curiosidad, decidió penetrar en el misterioso palacio para conocer aquello que ocultaba. Todos se alarmaron. Nobles, consejeros, obispos, sacerdotes y vasallos, temerosos de que violara la antigua prohibición, quisieron disuadirlo: «Rey Rodrigo, mil maldiciones nos aguardan si hacéis vuestra voluntad.»
El monarca, sordo ante sus súplicas, exigió que le fueran entregadas las llaves de todos los cerrojos. Ante la negativa de sus custodios, que consideraban más fuerte el poder de la ley que el deseo del rey, ordenó romperlos. Él mismo descerrajó el candado que había puesto el fundador Hércules y se adentró en el palacio junto a sus hombres más temerarios. La primera sorpresa les sobrevino cuando descubrieron que el palacio, circular por fuera, era cuadrado por dentro y tenía cuatro habitaciones: una blanca, otra negra, una tercera verde y la última roja, de la misma tonalidad que la sangre. En el centro de la habitación verde hallaron una arca labrada, con un complicado candado de oro y una ambigua leyenda escrita en griego en la tapa: «El rey en cuyo tiempo se abra esta arquilla puede ser que no vea maravillas antes de su muerte.»
Don Rodrigo forzó el arca con un tajo de su espada, pero en su interior tan sólo encontró un antiguo pergamino enrollado que representaba unas extrañas figuras vestidas como los árabes y montadas a caballo con armas y estandartes, a cuyo pie se leía: «Cuando este paño sea extendido y aparezcan estas figuras, hombres que andarán así vestidos conquistarán España y serán de ella señores.»
El imprudente monarca quedó muy preocupado por los augurios que describía el pergamino y prohibió a todos sus acompañantes que comentaran nada de lo que habían visto en aquel lugar. Por fin, cuando salían al exterior, una enorme águila con un tizón encendido en el pico voló por encima de sus cabezas. Al soltarlo, provocó un gran incendio que destruyó el palacio por completo.
Y así se cumplió lo que estaba escrito. Los restos fueron tragados por una sima y desde ese mismo día todas las desgracias se abatieron sobre el reino.

("Ciudades y Leyendas" de Manuel Lucena Giraldo)

martes, 10 de septiembre de 2013

El Sultán Muley Afid

Para empezar, os contaré quien fue el Muley Afid. Su nombre completo era Abdelhafid o Abd-al-Hafidh, y fue un sultán marroquí que nació en 1873 y murió en 1937. Debido a los problemas de inestabilidad política interna que tuvo que afrontar durante su reinado, decidió solicitar ayuda al ejército francés, lo que propició el inicio del protectorado francés de Marruecos y su propia abdicación en 1912. Tras negociar hábilmente su futuro y el de su familia, inició un exilio dorado, que lo llevaría hasta Barcelona.
Inicialmente vivió en el lujoso Hotel Oriente en la Rambla dels Caputxins, el más antiguo de la ciudad y una de las joyas hoteleras de la época, que se había inaugurado en 1842 sobre el solar del antiguo convento franciscano del siglo XVII y que conservó el claustro, el refectorio, las aulas de estudio, así como parte de los cimientos, que todavía hoy en día son visibles.
Durante los años que estuvo viviendo en la ciudad llevó a cabo una intensa vida social. Es especialmente recordado por la relación sentimental que mantuvo con la cupletista Carmen Flores, una de las artistas más famosas de la época y que, entre sus méritos artísticos, está el estreno en Barcelona del cuplé "La Violetera", que posteriormente popularizaría mundialmente Raquel Meller. También es recordado por la elefante Julia que regaló al Zoo de la ciudad en 1915 y que murió de hambre durante la guerra civil. El cuerpo del animal fue disecado y estuvo expuesto muchos años en la entrada del Museo de Zoologia. Dicen que la popularidad del sultán hizo que incluso Guimerá le dedicara un himno.  

(Barcelona en horas de oficina)

viernes, 6 de septiembre de 2013

Como San Sebastián se libró de Sansón

En Guipúzcoa existen, repartidas por toda su geografía, varias piedras de tamaño colosal a las que se denomina Sansonarri y que deben su nombre a que fueron lanzadas desde montes vecinos por el héroe legendario Sansón. 
Sansón fue hijo de Zora, de la tribu de Dan, y fue destinado por Dios para salvar a los israelitas de los filisteos. En efecto, un ángel se acercó a su esposa y le señaló que tendría un hijo de fuerza descomunal, capaz de desgarrar sin ayuda de nadie un león y de vencer a los filisteos incluso cargado de cadenas.
Como nazareno que era, Sansón debía abstenerse de beber vino o sidra, pasar una navaja sobre su cabeza o acercarse a una persona muerta. 
Antes de que la bella Dalila causara su perdición cortándole la cabellera mientras dormía, en un ataque de furia arrojó en Tolosa una piedra en forma de obelisco desde el monte Uzturre. La peña de Arrióla está entre Cegama y Segura. Allí cuentan que Sansón quiso lanzarla desde el monte Aitzkorri para destruir San Sebastián, pero al tirarla resbaló con unos excrementos de oveja, por lo que no la alcanzó. 
De este modo, la ciudad se salvó de su fuerza y de su ira.

("Ciudades y Leyendas" de Manuel Lucena Giraldo)