sábado, 20 de octubre de 2012

La Casa del Duende

La 'Casa del Duende' estaba situada en la esquina de las calles de Conde Duque y del Duque de Liria en el barrio de Universidad del distrito municipal de Centro de la ciudad de Madrid.

Nuestra historia comienza en el mes de junio de mil setecientos y pico. Se desarrolla en la llamada 'Casa del Duende' propiedad de la Marquesa de Hornazas que ocupaba el piso principal de la misma. En su planta baja existía una concurrida taberna de animada y escandalosa clientela. La noche que nos ocupa, la algarabía era mayor de lo habitual y fue entonces cuando ante los alborotadores clientes apareció de pronto un enano barbudo que les impuso silencio, les reconvino para que así lo guardaran en noches sucesivas y amenazándoles con represalias en caso contrario. Por supuesto que el silencio se hizo aquella noche, como no, después de tan terrible sorpresa.

Sin embargo, poco duró la tranquilidad, ya que unas noches después, los envalentonados clientes, esta vez provistos de palos y porras, volvieron al escandalo. Al filo de la medianoche, llegaron seis enanos armados de garrotes que manejaban diestramente y con los que repartieron 'candela' entre los alborotadores parroquianos. Parece ser que la taberna tuvo que cerrar por falta de clientes.

Pero no termina aquí esta historia. Por esas fechas estaba la marquesa ordenando a uno de sus lacayos la compra de unos cortinajes para adornar el salón cuando aparecieron tres enanos que le regalaron unas cortinas de preciosas telas. Para que quieres más. La señora Marquesa de Hornazas no lo pensó dos veces y abandonó el inmueble, poniendo sus estancias en alquiler para no volver nunca jamas.

Todavía hay más. Así es, puesto que el primer piso lo alquiló un canónigo del que se conoce hasta el nombre: don Melchor de Avellaneda. Esto es lo que le sucedió, según cuenta la 'Leyenda de la Casa del Duende': Estaba don Melchor escribiendo al señor obispo para solicitar un libro que necesitaba para mejor redactar sus sermones y mejor conmover a sus feligreses, cuando, antes de firmar la carta, apareció un enano vestido con ropajes de monaguillo con el libro solicitado. El asombrado sacerdote salió de la casa como alma que lleva el diablo y cuentan que hasta salió de Madrid para poner tierra de por medio entre él y la minúscula aparición.

Enrevesada historia ¿verdad?. Pues aún hay un último suceso para engordar la leyenda. Uno de los nuevos inquilinos era una lavandera que habitaba en la buhardilla, Jerónima Perrín dicen que se llamaba. La humilde lavandera bajaba cada mañana al río Manzanares para allí, junto con sus colegas de profesión, hacer la colada y allí mismo, en los secaderos de la ribera del río, colgaba la ropa hasta la tarde, cuando la recogía para llevarla a la planchadora. Pero uno de esos días en los que tuvo lugar nuestra historia, comenzó a llover por la tarde y así estuvo casi toda la noche. La buena Jerónima madrugó bastante a la mañana siguiente para ir a recoger la ropa que allí había dejado colgada, pero al llegar al portal se encontró con tres enanos que le entregaron su ropa.

Después de este cuarto suceso, la Justicia y la Inquisición tomaron cartas en el asunto. Se tomó declaración a los testigos. Se buscó a los enanos por toda la Villa y Corte. Se registraron las estancias, desde la cueva del sótano hasta la buhardilla de Jerónima. Las pesquisas resultaron infructuosas y la investigación se cerró sin ninguna conclusión.

Muchos años después, cuando fue demolido el inmueble para construir el actual, aparecieron en un sótano del que no se tenía constancia, nueve individuos demacrados: eran de muy corta estatura y se dedicaban a la falsificación de moneda.

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