domingo, 5 de febrero de 2012

El destronamiento de Enrique IV

En 1467 tuvo lugar en Avila uno de los espectáculos más grotescos, más sorprendentes, que la mente humana pueda imaginar.
Reunidos en la ciudad de las murallas unos centenares de rebeldes al rey decidieron destronarle simuladamente, ya que no poseían realmente la persona del soberano. El Memorial de Valera lo narra así: «Cerca de los muros levantóse un cadalso, abierto de sus cuatro costados para que se viese todo lo que allí se hiciese. E allí se puso una silla real, con todo el aparato acostumbrado de se poner a los Reyes, y en la silla una estatua, a la forma del Rey Don Enrique, con corona en la cabeza e cetro real en la mano. Leídas las acusaciones contra Don Enrique por sus grandes excesos y la dicha esterilidad, grandes crímenes y delitos todos, alzóse el Arzobispo Carrillo y quitóle la corona a la estatua, y el Marqués de Villena Juan Pacheco quitóle el cetro, y fué tercero el Conde de Plasencia que quitóle y arrancóle la espada, y cuarto el Maestre de Alcántara don Gómez de Cáceres y los Condes de Paredes y de Benavente, quitáronle los otros hornamentos de la realeza, derribando la estatua mientras pronunciaban a coro la frase: « ¡A tierra, puto! »
Los nobles rebeldes procedieron después de esto a repartirse las posesiones del rey,.correspondiendo al arzobispo de Sevilla, como regalo, la villa de Madrid, e sus villas contiguas. Y en Madrid se reunieron algunos meses después estos mismos rebeldes, con los leales a Enrique IV, para ver de hallar paz en Castilla.
Texto y grabado copiados de "¿Por qué es Madrid la capital de España...?" de Federico Bravo Morata

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