miércoles, 5 de octubre de 2011

Maceros municipales de León

Don Francisco Cabeza de Vaca Quiñones y Guzmán, marqués de Fuente Oyuelo y señor de las casas de Villapérez y de las villas de Villaquilambre, Oteruelo y Villarente publicó en 1963 su obra “Políticas Ceremonias”, en la que publicadas en 1693 recopila todos los protocolos, deberes y obligaciones del regimiento (es decir, del Ayuntamiento) en sus actos y ceremoniales, tanto cívicos como religiosos, fijando los ordenamientos. Es precisamente en estas salidas de la Corporación Municipal, donde el corregidor (alcalde) y los regidores (concejales), así como otras autoridades deben ocupar los sitios correspondientes en representación y dignidad de la ciudad. Y al frente de la comitiva, como heraldos que rompen marcha, los cuatro maceros, pregonando la regia signatura de esta antigua Corte de Reyes que fue León.
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Los llamados maceros, que siempre rompen marcha a la cabeza del Ayuntamiento de León, cuando la Corporación asiste a los ceremoniales
de rigor protocolario, suelen la curiosidad pública por sus vistosos ropajes y atributos. Pero nadie crea que esto es una ostentación o un capricho para adornar la comitiva del Corregimiento (Ayuntamiento), sino que es una institución que dimana de lejanos tiempos, como privilegio de la realeza del primer Ayuntamiento de España, que es el de León, constituido por el rey don Alfonso XI el 6 de julio de 1345, con todas las preeminencias y prerrogativas.


Por consiguiente, los maceros del Municipio de León son inherentes al Ayuntamiento leonés, ya que son cosa esencial del mismo. De ahí que siempre figuren a la cabecera de la comitiva cuando la ilustre Corporación «sale desde sus casas con autoridad y grandeza» (por eso se dice «bajo mazas»), para asistir a distintas solemnidades, cual son las recepciones, ceremonias,
celebraciones y otros actos públicos de obligado cumplimiento en representación de la ciudad.


Es de rigor, igualmente, que cuando el Ayuntamiento acude a tales actos, vayan delante de los maceros los “farautes”, llamándose así a los que van tocando los clarines y tambores, acordes con la «Marcha de la Ciudad».
y últimamente también se ha puesto de precepto la banda de música interpretando el “Himno a León.


Hagamos de principio la salvedad de que primitivamente solamente fueron dos maceros. Se supone que estos dos maceros proceden de los tiempos del siglo XIV, a raíz de ser fundado el Municipio.


También ha quedado señalado al Ayuntamiento el poder tener y usar hasta cuatro Maceros. Todo esto concuerda con la visita que a principios de 1602 hizo a León el rey Felipe III en compañía de su esposa la reina doña Margarita de Austria, donde se habla de cuatro Maceros con ropones y gorras de terciopelo carmesí y mazas de plata al hombro y las armas de la Ciudad al
cuello, pendientes de cadenas de plata. Es evidente, por tanto, que si el Corregimiento leonés no hubiese tenido entonces desde antiguo la facultad de los cuatro Maceros antedichos, la presentación de los mismos durante los ceremoniales de la mencionada visita regia sería, sin lugar a dudas, realmente improcedente.


E personajes, de tan característico ropaje, visten una especie de dalmática en cuya espalda y delantero llevan, cuartelados, los blasones del escudo nacional, y en las mangas, abiertas y cuadradas, de una forma amplia y colgante, el escudo de la ciudad. Otras prendas del atuendo son las medias blancas de lana, a modo de polainas, siendo el calzado de fuertes borceguíes con aires de chapines; en la cabeza unas gorras o gorretas, adornadas en su cimera con plumas blancas, señal de linaje; en el cuello, gola plisada circular del mismo color, con vuelo ondulado donde se marcan rizados o tabloncillos a la vieja usanza. Los guantes son blancos y por lo que hace a la indumentaria es de terciopelo encarnado, que es el color del pendón de la ciudad, aunque éste en tela de damasco. Tal vestimenta está orlada de agremanes dorados.


Del cuello cuelga una cadena de eslabones cuadrados, signo de grandeza, rematada a la altura del pecho, de la cual cuelga un grueso medallón redondo con el escudo de León en relieve y otras alegorías. Y al hombro portan una artística maza de plata, de buen peso, adornada con dos dragoncillos alados. La parte cimera de la maza está rematada con un león del mismo metal noble.


(Resumen de "Tradiciones leonesas" de Máximo Cayón)

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