viernes, 14 de enero de 2011

Los blancos campos de Benidorm

Era Mubarak el sabio y prudente alcaide de Benidorm y bajo su gobierno vivían en paz y concordia moros y cristianos.


Mubarak no tenía hijos varones pero se consolaba con las cualidades con que la naturalez y una excelente educación habían dotado a su única hijo Zobeida.


Zobeida se enamoró perdidamente de un apuesto caballero cristiano por nombre Diego pero pese a la armonía en que, como he dicho, vivían las dos comunidades, la cosa no llegaba al punto de ver con buenos ojos el amor entre una mora y un cristiano. Por ello los dos amantes planearon huir una noche descolgándose con una soga desde el acantilado del Mal Pas a la playa.


Sin embargo, fueron descubiertos y devueltos a palacio en el que el Alcaide, enfurecido mandó encerrar a su hija y ajusticiar a Diego. Sin embargo, movido por la clemencia, decidió perdonar la vida al cristiano y encerrqarle de por vida en una lóbrega mazmorra del alcázar. "Saldrás de ella - anunció - cuando los campos de Benidorm se cubran de blanco". Sabía que eso era imposibloe porque en aquella comarca nunca nieva.


Pasaron los meses, florecieron los almendros y la campiña se cubrió de flores blancas. Diego recordó a Mubarak su promesa y estefiel cumplidor de sus promesas, le otorgó la libertad y accedió, por fin, a consentir la boda de su hija con el caballero. Con el correr de los años, el matrimonio rodeó de nietos al caudillo muslmán y Diego fue un leal vasallo que auxilió a su suegro en todo lo que no se oponía a su religión.


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Nota: En Portugal se cuenta una leyenda basada también en el hermoso florecer de los almendros.


Ibn-Almundim era rey de Silves, en el Algarve portugués que estaba casado con una bella princesa escandinava llamada Gilda. La joven languidecía sin que los doctores de la corte pudiesen adivinar el motivo hasta que un viejo cautivo procedente de los paises del norte pidió ser recibido por el rey y le informó de que el mal de su amada esposa era la nostalgia de los nevados paisajes de su tierra natal. Además, la solución estaba alalcanse del monarca porque consistía en plantar almendros en toda la comarca de forma que, alflorecer recordasen s la princesa las nieves de su país. Así se hizo y, todas las primaversas, los almendros en flor hacín que los campos del Algarve se asemejasen a los paisajes nevados del norte de Europa.

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