miércoles, 23 de junio de 2010

El Pozo Amargo (Toledo)


Es esta una bella leyenda de amor.

Leví se llamaba el padre avariento de la hermosa Raquel, la hebrea gentil y galana, la flor más encantadora de los jardines de Israel. Queríala su padre con fervorosa idolatría. Era, en medio de sus inmensas riquezas, el mejor tesoro para él. Sus dieciséis abriles perfumaban el hogar judio de gracia y alegría y lo inundaban de felicidad. Todo lo hubiera cedido el avaro con tal de no perder la joya de sus paternales cariños, la hermosa Raquel de su alma.

Pero un día el corazón de la gentil hebrea latió con violencia desconocida, con un ritmo más fuerte y desigual, algo así como el batir de alas de la paloma enamorada... Sintió una emoción dulce y nueva... Era la llegada triunfal del amor...

De amor hacia un caballero cristiano, lleno de gallardía y juventud, que todas las noches de luna acudía al pie de su ajimez para decirle querencias dulces y promesas firmes, entre suspiros y entre flores. No sabían los enamorados que el odio de raza entre cristianos y judíos era más fuerte que el amor. Que Leví se cobraria con sangre la osadía de quererle quitar la joya única de sus paternales cariños.

Y en una noche silente, un puñal traicionero se hundía en el pecho del enamorado galán. Y las aguas de un pozo, que reflejaron tantas veces la plata de la luna y el inquieto brillar de las estrellas, que tantas veces recogieron el eco blando de palabras de amor, aquella noche se tiñeron de cristiana sangre.

Y, después todas las noches, durante muchas, recogieron los suspiros y las lágrimas de la desventurada Raquel que, en hilo de plata iba destilando los amargores de su alma... y dicen que destiló tanto, que las aguas del pozo tomaron su amargor.

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