martes, 9 de febrero de 2010

El Gallo del Viento - Granada

Había en el Albaicín de Granada, al otro lado del río Darro, frente a la Alhambra, un edificio antiguo al que conocían como la casa del Gallo del Viento porque en su torre-mirador había una veleta que representaba a un jinete armado y la inscripción:

Dice el sabio Aben Hamuz
Que así se defiende el andaluz.

Aben Hamuz fue el capitán de Tarik que ocupó Granada cuando los musulmanes conquistaron la Península.

Los moros consideraban esta veleta un talismán milagroso e interpretaban su leyenda como un aviso de que Granada debía mantenerse armada y fuerte como el caballero representado, pero, al propio tiempo, dúctil y atenta a girar con los vientos dominantes. Y, ciertamente, esa combinación de fuerza y diplomacia fue lo que permitió al reino musulmán de Granada sobrevivir durante dos siglos y pico en la vecindad de castellanos o magrebíes, más fuertes que él.

Un día, reinando en Granada Muley Abu Hassan, una tormenta descargó sobre la ciudad tal tromba de agua que el Darro se desbordó y ocasionó muchos destroros en los barrios más humildes de la ciudad. Cuando escampó, el rey contempló el destrozo desde el mirador de la sala del trono y reparó en que los vientos habían arrancado la veleta de la casa del Gallo del Viento.

-El reino está condenado -murmuró.

Al poco tiempo, las tropas de los Reyes Católicos invadieron la vega de Granada con unos cañones cuyo estampido concertado imitaba la tempestad que derribó al jinete talismánico de la casa del Gallo del Viento.

Boabdil, el último rey moro, entregó a los cristianos la ciudad y el reino que habían pertenecido al islam durante ochocientos años.

(según Juan Eslava Galán en España insólita y misteriosa)

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